El 7 de septiembre casi a la medianoche se escuchó la alarma sísmica, durante varios segundos esperamos el temblor con relativa calma, hasta que la sacudida nos hundió en un intenso sobresalto, mi corazón latía acelerado como el de quién sabe cuántos más en ésta ciudad; recordando el 85 esperábamos lo peor pero por fortuna la Ciudad de México no sufrió los daños que se temían, a pesar de que fue el terremoto más fuerte de los últimos cien años, nos dijeron.
Durante la conmemoración del 32 aniversario del terremoto del 19 de septiembre de 1985, después del simulacro habitual de cada año, para ser exactos un par de horas con catorce minutos después, casi a la par un intenso movimiento de tierra y una inesperada alarma sísmica nos sorprendieron inmersos en nuestra cotidianidad, sólo que en ésta ocasión el temblor se sintió mucho más fuerte que la última vez, paradójicamente el del 7 que fue más fuerte nos llegó desde muy lejos, esa noche prácticamente todos nos encontrábamos con nuestros seres queridos, mientras que el del 19 fue de un grado menos pero su epicentro fue relativamente cerca, por lo que no nos dio tiempo para prepararnos para la eventualidad, y llegó con la terrible noticia de que muchos edificios se habían venido abajo, las líneas telefónicas se colapsaron intentando comunicarnos con los familiares que se encontraban en el trabajo o en la escuela.
Por si no fuese suficiente, el sábado 23 a las ocho de la mañana hubo un nuevo temblor que si bien no fue tan fuerte, fue demasiado para nuestros nervios, por lo que definitivamente septiembre del 2017 será recordado como el mes en que tres sismos nos robaron la tranquilidad, pero también será recordado por la solidaridad que la gente demostró, exactamente igual que la de hace poco más de tres décadas, he incluso por muchos que en aquel entonces ni siquiera habían nacido.
En la imagen de arriba, lo que quedó del Monumento a la Madre que se vino abajo.