Entre flores de Cempaxuchitl, pan de muerto y calaveras de dulce, además de fruta, mucha fruta, cirios, incienso, sal, agua y por supuesto alimentos, así como bebidas predilectas del difunto, e incluso cigarrillos si solían ser de su agrado, sin olvidar tampoco su foto.
Entre la Catrina de José Guadalupe Posada, el Xoloitzcuintle que guía en el camino hacia el Mictlan, las calaveras literarias y la Ofrenda que no falta cada 1 y 2 de noviembre, el Día de Muertos no muere y levanta la voz en tono festivo como las sandias de Frida Kahlo con un perpetuo: Viva la vida.