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Archive for junio 2011

Reflejos reflexivos


Se dice que el clima influye en nuestro estado de ánimo, recién se fue la primavera y la lluvia cae sobre nosotros, algunas veces una tormenta, otras tantas una llovizna y casi siempre sólo llueve, en lo personal me gustan más las lloviznas, me evocan otros tiempos, donde voy inmerso en pensamientos reflexivos, son recuerdos en un tono grisáceo, instantáneas de mi ciudad y mi paso por esta vida, una especie de tristeza entre melancolía apesadumbrada y nostalgia inmersa en la añoranza…

Es curioso como este charco puede llegar a ser un universo infinito de sensaciones, un estado emocional, quietud y lejanía.

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Desconocidas…

Aún en el infinito inconmensurable de la información que es el Internet, donde mucho de lo que se dice es verdad y otro tanto (bastante por cierto), es mentira, mientras que una enorme cantidad de lo que se puede leer, es cierto y falso a la vez, por aquello de que la verdad es subjetiva, decía que ni siquiera en la red existe un dato que aclare el nombre de estas estatuas.

A cada lado del Monumento a Morelos, semiescondidas entre los arboles y nuestro constante «ir distraídos», dos fuentes con figuras femeninas probablemente concebidas bajo la influencia de la mitología griega, guardan en sus labios sellados en bronce el nombre de su autor y su nombre propio, las placas que en algún tiempo proveían testimonio de estas hermosas fuentes desaparecieron como tantas otras.

Una de estas mujeres, un ángel con alas, parece sostener la hélice de un avión, seguramente alguna especie de homenaje a la naciente industria de la aviación en nuestro país, considerando que el 30 de Noviembre de 1911 en esta, nuestra Ciudad de México, Francisco I. Madero fue el primer mandatario del mundo en volar en un avión.

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Monumento a don José María Morelos y Pavón rodeado por cuatro cañones en el jardín de la Ciudadela, se inauguro el 2 de mayo de 1912, centenario del sitio de Cuautla, a iniciativa de la Asociación del Colegio Militar.

Morelos, el Siervo de la Nación, estuvo preso en la cárcel de la Ciudadela del 28 de noviembre al 22 de diciembre de 1815 y de ahí salió para ser fusilado en San Cristóbal Ecatepec.

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Viviendo de prisa, bajo mucho estrés, haciendo labores para proteger a su hormiguero de inundaciones, entre una caótica desorganización en apariencia, pero trabajando en equipo con eficacia, donde muchas parecen no saber que hacer, alarmadas, moviéndose a toda velocidad a donde sea, como desorientadas, en una profunda desesperación, mientras unas cuantas obreras agrupadas siguen su ruta transportando ese fragmento de hoja que tal vez servirá para proteger el hormiguero contra la lluvia o simplemente como alimento…

Esa clase de estrés lo he visto en la gente que camina por las calles, en los vagones del metro y atrapados en sus autos en el trafico, gente que va en direcciones cambiantes, como si no supieran a donde ir y a la vez con prisa por llegar; pareciera que sólo aquellos que encuentran un objetivo que mover, algo positivo que sirva en esta vida, sólo ellos sin saberlo, descubren una dirección que darle a su existencia.

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Esta es tal vez la primera canción que el Metro inspiro, y es ni más ni menos que del Cronista Musical de la Ciudad, Chava Flores, quien describió en sus canciones la cotidianidad de nuestra Ciudad de México con un toque de humor.

Adiós mi linda Tacuba, bella tierra tan risueña,
ya me voy de tu Legaria, tu Marina, tu Pensil,
ya me voy me lleva el Metro por un peso hasta Tasqueña,
si en dos horas no regreso guárdame una tumba aquí.

Al bajar a los andenes escuché esta cantaleta
«al mirar llegar los trenes no se aviente para entrar,
si en diecisiete segundos no ha podido ni se meta,
ni se baje la banqueta que se puede rostizar».

Voy en el Metro, qué grandote, rapidote, qué limpiote,
qué deferencia del camión de mi compadre Jilemón que va al panteón,
ahí no admiten guajolotes, ni tamarindos, zopilotes,
ni huacales con elotes, ni costales con carbón.

«Que se quite de la puerta», y luego luego que me quito,
y siguió la señorita «que se arrime más pa´llá»,
«qué no fume», si ni fumo, ya me trae de su puerquito,
yo por más que me la busco no la jallo donde está.

Adiós mi linda Tacuba, ya pasamos por Cuitláhuac,
ya pasamos por Popotla y el Colegio Militar,
ya me estoy arrepintiendo no haber hecho de las aguas,
si me sigue esta nostalgia yo me bajo en la Normal.

Voy en el Metro, qué grandote, rapidote, qué limpiote,
qué deferencia del camión de mi compadre Jilemón que va al panteón,
ahí no admiten guajolotes, ni tamarindos, zopilotes,
ni huacales con elotes, ni costales con carbón.

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Autor del Ensayo político sobre el reino de la Nueva España entre otras obras sobre México, llegó el 12 de abril de 1803 a la capital de la Nueva España, descifró la Piedra del Sol y realizó varias excursiones en los alrededores, a él se le atribuye la frase que denomina a nuestra ciudad de aquellos días como «La Ciudad de los Palacios» que en realidad le pertenece a Charles Joseph La Trobe.

Esta escultura de la nación mexicana a Alejandro de Humboldt, benemérito de la patria, fue realizada por el escultor nacido en la Ciudad de México, Antonio Castellanos Basich.

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Quienes recuerden aquellos viejos billetes de mil pesos donde aparecía Sor Juana Inés de la Cruz tal vez también recuerden que en el anverso estaba plasmado un paisaje de la Plaza de Santo Domingo, ahí se aprecia frente al Portal de los Evangelistas otra fuente que no es la de la Corregidora, era una sencilla y pequeña fuente de un águila devorando a la serpiente sobre el nopal, cuentan que fue mandada construir por Ildefonso de Iniesta y Bejarano, arquitecto mayor de la ciudad, en 1780.

Hoy en día, semi-oculta y a un costado de lo que queda de la Iglesia de Santo Domingo, se encuentra en la calle Leandro Valle una fuente con esas características, muy cerca de la Plaza, por lo que lo más obvio seria suponer que se trata de la misma fuente, por otra parte sin embargo, se dice que aquella fuente coronada por el águila y el nopal fue demolida alrededor del 1900 para colocar precisamente la actual fuente de Doña Josefa Ortiz de Domínguez.

De cualquier forma, encontrarse de repente con una referencia como esta, de algo que se supone que ya no existe, es como dar un viaje en el tiempo, es como encontrar un tesoro o al menos algo que vale la pena, que suerte de aquellos que despiertan al amanecer y tienen la fortuna, al asomarse por la ventana, de ver algo tan hermoso como esto.

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Don Ernesto Pugibet


Ernesto Pugibet es, para algunos que andan por el Centro Histórico, un busto que esta ahí desde 1921 y que pareciera observar a la gente que circula sobre Ayuntamiento, también es una calle al otro lado de la Plaza de San Juan pasando la iglesia del Buen Tono y por último es el Mercado de San Juan Ernesto Pugibet que se localiza muy cerca, pero este personaje es mucho más que estas tres referencias.

Ernest Pugibet nacio en Saint-Martory, Haute-Garonne, Francia, el 12 de mayo de 1853, fue un empresario franco-mexicano fundador de la fábrica de cigarros El Buen Tono, S. A, fue parte de la textilera San Ildefonso y la Cervecería Moctezuma de Orizaba, entre muchas otras empresas, como la Compañía Explotadora de las Fuerzas Hidráulicas de San Ildefonso S.A., la cual abastecía en 1897 a la ciudad de México con una parte de la energía que iluminaba las calles y movía a las industrias.

A continuación una reseña de Don Ernesto Pugibet y del Buen Tono.

Ernesto Pugibet viajó de Francia a Cuba, donde aprendió todo lo relacionado con el cultivo del tabaco y la manufactura de cigarros; a su llegada a México, instaló una fábrica cigarrera a la que dio el nombre de El Buen Tono. La señora Guadalupe Portilla, esposa de Ernesto Pugibet, presumiblemente fue quien aportó el capital para la creación de la fábrica, que inició como un pequeño negocio familiar ubicado en la calle de Puente Quebrado; lugar en el que laboraron artesanalmente cerca de seis años. En un inicio, la producción de
la pequeña cigarrera fue distribuida por el mismo Pugibet; pero la buena aceptación de sus productos y el aumento del público consumidor lo obligaron a delegar responsabilidades y la distribución alcanzó un nivel internacional.

Alrededor de 1890 Pugibet y su esposa compraron los terrenos que pertenecían al Convento de Monjas de San Juan de la Penitencia y construyeron allí una fábrica cuyo nuevo domicilio era “Plaza de San Juan 218”, ubicada en las actuales calles de Buen Tono y Ernesto Pugibet, en el Centro Histórico del Distrito Federal; lugar en el que ahora se encuentran una torre de Teléfonos de México, un jardín en el que se exhibe un busto del empresario, la iglesia que él mandó construir y un mercado de artesanías.

El cambio de domicilio respondió al crecimiento de la producción y representó el incremento de su capital social y de su infraestructura. Durante un viaje a Francia, Ernesto Pugibet conoció a Anatolio Eduardo Decouflé, inventor de una máquina capaz de fabricar cigarros sin pegamento. Con gran interés por esta innovación, el empresario francés compró el derecho exclusivo de usar ese mecanismo en la República Mexicana. La máquina Decouflé marcó una nueva etapa de producción en El Buen Tono en total beneficio para los consumidores. En 1893 Ernesto Pugibet y su esposa crearon una sociedad anónima junto con los señores Andrés Eizaguirre y Francisco Pérez Vizcaino. De esa asociación surgió la Compañía Manufacturera de Cigarros sin Pegamento El Buen Tono, S. A., con un capital social de un millón de pesos.

Seis años más tarde, en 1899, después de relacionarse con importantes comerciantes y miembros del gobierno, fue firmada una nueva escritura que disolvió la antigua sociedad y la sustituyó por la Compañía Manufacturera de Cigarros sin Pegamento El Buen Tono S.A., con otros miembros y cuyo capital social se encontraba en los dos y medio millones de pesos. Para 1904 el capital social de la cigarrera aumentó a cinco millones de pesos, lo que indica que en cinco años lograron duplicar su capital. Al iniciar el siglo XX la cigarrera tuvo mayor aceptación por parte del público consumidor y para satisfacer la demanda se vio en la necesidad de aumentar su fuerza de trabajo. En 1912 El Buen Tono contaba con un capital social de diez millones de pesos.

Ese periodo de incremento económico estuvo acompañado por la publicidad que la cigarrera realizó entre los años de 1904 a 1914 en historietas publicadas en diversos diarios.

El año de 1912 es importante en la historia de la cigarrera, pues el éxito económico de la fábrica permitió que Ernesto Pugibet construyera una fuente que proveyó de agua al barrio de San Juan, así como una iglesia dedicada a la Virgen de Guadalupe (en honor a su
esposa), ubicada dentro de los terrenos de la empresa y que tenía como objetivo proporcionar servicios religiosos a los trabajadores y directivos de El Buen Tono; además construyó lo que él llamó “colonias”, conjuntos de casas destinadas a los trabajadores administrativos, con la idea de mejorar su calidad de vida y reducir el trayecto entre el lugar de residencia y el laboral.

El capital social con el que contaba la empresa en 1912 se mantuvo constante hasta 1922.

Las estructuras de la fábrica y de la iglesia de El Buen Tono estaban hechas de hierro, material muy resistente usado comúnmente en las construcciones de finales de siglo XIX y principios de siglo XX. La estructura de El Buen Tono fue recubierta y su construcción lució un acabado estilo francés, como lo podemos ver en la iglesia que aún se conserva.

Para evitar que el gobierno les quitara la propiedad de la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe durante la llamada revuelta cristera, los trabajadores de El Buen Tono colocaron en ella pacas de tabaco procesado y sin procesar, cajas de papel para la oficina y la convirtieron en una bodega. Cuando los representantes del gobierno llegaron con orden de cerrar la iglesia y clausurar los servicios, quedaron sorprendidos y no pudieron hacer nada pues se trataba de una bodega más de la misma fábrica. De esa manera El Buen Tono logró conservar el inmueble y al término del problema religioso la iglesia regresó a la normalidad.

En 1961, el Buen Tono cerró sus operaciones y fue adquirida por la
Tabacalera Mexicana (hoy CIGATAM) perteneciente a Grupo Carso.

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Una hermosa fuente a pesar de su abandono, llena de elementos mitológicos y mucha agua, muy limpia por cierto, que contrasta con las manchas del tiempo que la recubren.

En unos cuantos meses, esta bonita fuente que la dejaron sumergirse en una aparente y a la vez notable fealdad, cumplirá cien años, ¿alguien se animara a devolverle su esplendor que poco a poco se a ido desvaneciendo?

Concebida en el año de 1912, igual que la iglesia de Santa María de Guadalupe, mejor conocida como del Buen Tono, frente a lo que fue la fabrica de la cigarrera del Buen Tono, en lo que hoy es la calle Ernesto Pugibet, quien fuera fundador y propietario de esta cigarrera; se dice que la fuente proveyó en aquellos años de agua al Barrio de San Juan, ahora es un brevisimo y agradable espacio con unas bancas que sirve para ver fluir el agua/tiempo.

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Justo al centro de la Alameda Central, entre el Hemiciclo a Juárez y el Kiosco, se encuentra la Fuente de las Américas, la escultura femenina de torso desnudo fue concebida en 1851 por un escultor llamado Valdosine, del cual no hay ninguna información, de hecho, por ahí aparece con una c en lugar de la e final, Valdosine tendría lógica ya que suena más francés y Francia era artisticamente en aquellos días una gran influencia.

La fuente de planta mixtilínea adornada con un conjunto escultórico que incluye a cuatro tritones de los cuales dos han desaparecido, con un pedestal y un doble plato, fue realizada en 1853.

Como se puede apreciar la mano también desapareció, al menos esta fuente aún conserva el agua fluyendo en su interior, algo que no se ve en las otras fuentes de la Alameda.

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