Volvió a la luz al ser desenterrada un 13 de agosto de 1790 en la Plaza Mayor de la por entonces capital de la Nueva España, sólo para ser escondida de los ojos del mundo, los cuales se aterrorizaban ante su imagen, poco más de cuatro meses después, emergería la Piedra del Sol la cual gozó de mayor exposición.
El terror no era para menos, en sus pies mostraba enormes garras afiladas, cubierta por una falda de serpientes entrelazadas como si estuviesen tejidas, portaba un collar de corazones y manos del cual pende un cráneo y en donde debieran estar sus brazos y cabeza brotan serpientes que representan chorros de sangre.
Coatlicue, diosa de la tierra, madre de Huitzilopochtli, dios del sol y de Coyolxauhqui, diosa lunar, tiene un papel importante en la mitología azteca:
«Cuenta la leyenda que Coatlicue, la madre de los dioses, estaba un día barriendo el templo en el cerro de Coatepec, cuando encontró una bola de plumas que guardó en su seno, lo que más tarde la hizo quedar preñada.
Por ello Coyolxauhqui, hija de Coatlicue, y sus hermanos los centzonhuitznahua, “los cuatrocientos surianos”, decidieron matarla; pero en el momento en que iban a atacarla nació Huitzilopochtli, ataviado como guerrero y con una serpiente de fuego en la mano, con la cual decapitó a Coyolxauhqui y la arrojó cerro abajo, por lo que su cuerpo se desmembró con la caída; después persiguió a los cuatrocientos surianos, que se dispersaron por el firmamento y se convirtieron en estrellas».