En un lugar escondido de San Ángel, una fuente, tres bancas de cantera y una piedra con una hermosa inscripción, nos transportan a un universo paralelo, o mejor dicho a una ciudad paralela, donde apenas hay una que otra persona, prácticamente ni un auto moviéndose y una paz y tranquilidad infinitas entre el empedrado y las bugambilias que trepan por las paredes e incluso por las bancas dedicadas cada una a un arcángel, la primera a San Miguel, la segunda a San Gabriel y la tercera a San Rafael.
Es un pequeño jardín donde uno pensaría que han transcurrido los siglos sin modificar en lo más mínimo el entorno, donde si nos contaran que esta plazuela existe desde 1969, nos negaríamos a creerlo definitivamente, simplemente porque aquí el tiempo no existe, y así como el agua no brota de su fuente, pareciera que el tiempo no fluye de ninguna forma, uno quisiera no moverse jamás de ahí, pero volvemos al gentío y al trafico de la ciudad por una razón muy sabia, dejar solitario ese sitio para los siguientes visitantes, nos sin antes llevar en nuestros corazones el mensaje que nos contó la piedra de la Plaza de los Arcángeles:
Vale más
la gracia
de la
imperfección
que la
perfección
sin gracia