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Se extraña…

Se extraña cuando la Puerta Mariana de Palacio Nacional estaba habitualmente abierta y se podía entrar a contemplar los murales de Diego Rivera, las ventanas arqueológicas, la Fuente del Pegaso, los gatitos del jardín botánico, la reproducción del antiguo Recinto Parlamentario, el museo de sitio en homenaje a Don Benito Juárez, incluso el salón de la tesorería hoy convertido en foro de programa de televisión, en fin…

Recuento de desastres

Entre las primeras inundaciones del año, la segunda vez que nos tiembla en 7 de septiembre, la tercera ola de covid y la cuarta transformación, hemos llegado a la mitad de un camino dónde poco se puede avanzar, como se puede apreciar en la imagen.

En la Plaza de las Tres Culturas unos cuantos danzantes conmemoran los cinco siglos de la última batalla en defensa de la Gran Tenochtitlan, aquí, frente a la parroquia de Santiago una placa de concreto nos informa que:

El 13 de agosto de 1521
heroicamente defendido por Cuahutemoc
cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés

No fue triunfo ni derrota
fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo
que es el México de hoy

A Tlatelolco le tocaría ser testigo de un par de tragedias más, el 2 de octubre del 68 y el terremoto del 85, quizá no exista un lugar en la ciudad que haya padecido tanto dolor y sufrimiento como el que se a padecido en este lugar.

Esta semana que comienza regresan los cines y museos, justo cuando se cumple un año de que se registró el primer fallecimiento por covid-19, justo cuando ahora hemos llegado a los 185,000 pero sólo de las cifras oficiales, y aunque todavía no es tiempo de hacer todo lo que solíamos hacer, no puedo evitar sentir esta especie de nostalgia por mi antigua cotidianidad y una cierta emoción por lo que esta por venir, entonces pues, esperemos un momento más…

El año que fue

El 2020 paradójicamente será recordado como un año para el olvido, pero la realidad es que nos ha dejado una lección que es imposible olvidar, que no deberíamos olvidar, nos quitó los saludos de mano, los abrazos y los besos de nuestros seres queridos, a muchos les arrebató gente cercana, nos obligó a cuidarnos y a ser precavidos, nos despojó del placer de disfrutar nuestra ciudad y a valorar lo que antes fue exageradamente cotidiano, más allá de la pandemia, al mundo, a nuestro país y a nuestra CDMX les tocó de todo un poco, acá hubo temblor, intensas lluvias y granizadas acompañadas de encharcamientos atípicos, casos de sarampión entre otras cosas, y recientemente, el apagón que afectó varios estados además de la capital, y ayer para cerrar, alerta amarilla por fuertes vientos, ojalá y esos ventarrones sirvan para hacerle una limpia a la Ciudad de México.


En la imagen manifestantes pretenden hacernos creer que el monumento fue derribado por ellos, una fea costumbre que parece ser una constante en éste sexenio, cuando en realidad fue retirado por las autoridades de la Ciudad de México para restaurarla o al menos eso fue lo que se nos dijo, mientras tanto no muy lejos de ahí, “alguien” intenta pasar desapercibido…

Cincuenta

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Para todos aquellos que nos tocó nacer en 1970, el año 2020 era importante para nosotros, cumplir cincuenta años no es cualquier cosa, sólo que la pandemia lo alteró todo por completo y ya nada es como solía ser, en mi caso trabajar era estar encerrado mis ocho horas y el día de mi descanso salir a la calle, pasear, tomar fotos de cosas y lugares significativos en nuestra ciudad, ahora parte de mi trabajo consiste en salir a entregar en bicicleta y en mis descansos quedarme encerrado todo el día, las fotos en su mayoría son de los llamados no lugares y de todo lo ordinario que muy de vez en cuando me encuentro por ahí, así, casi finalizando el octavo mes de este año, cuando recién hemos alcanzado el escenario catastrófico de acuerdo a el subsecretario de salud Hugo López-Gatell, el de las sesenta mil defunciones, esto parece que va a durar un todavía más, vaya 2020…

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Y mientras tanto en esta ciudad donde el surrealismo se desparrama en los no-lugares, ésto, que más parece una gráfica de esas que nos tienen acostumbrados mostrándonos las estadísticas y otros datos, el contraste entre la riqueza y la pobreza, tener casi todo y no tener casi nada, estar arriba y estar abajo.


Así es, la pandemia sigue, y la vida de peatón no es lo que era antes, salir a la calle no es lo más recomendable y aunque se salga no hay a donde ir, por lo tanto tampoco hay nada que publicar, pero cuando hemos deambulado por ahí, todos hemos notado la triste y decadente novedad en esta cosa que llaman nueva normalidad, y es que aquellos que no terminan de entender que no se debe botar la basura en los prados, las calles y las banquetas han comenzado a tirar ahora sus cubre bocas al piso, pareciera que después de todo esto seguiremos siendo los mismos sin ningún tipo de respeto por nuestro entorno, por el planeta y por la vida, sin ninguna lección aprendida, en fin…


Tiempos de coincidencias, al Árbol de la Noche Triste o de la Noche Victoriosa, como muchos prefieren llamarlo, le llego su momento, tras conmemorarse quinientos años de aquel acontecimiento, aunque igual opacado por la actual emergencia sanitaria que parece no ceder en nuestro país, peculiar casualidad que hace exactamente cinco siglos los mexicas comenzaban a padecer los estragos que produjo en su población la aparición del virus de la viruela, a la cual se referían con el nombre de hueyzahuatl, en aquel distante 1520 el contagio influyó negativamente terminando con la vida del penúltimo tlatoani, Cuitlahuac, y facilitándole a Cortés la conquista.

Tal vez entonces la cara que parece asomarse del tronco ya muerto del viejo ahuehuete sea la de la hueyzahuatl, la mortal pandemia que arrasó la gran Tenochtitlan.