Inaugurada el 5 de abril de 1956, en sus muros surgió la monumental ornamentación a base de piedra natural creada por Juan O’Gorman.
El mismo explicó el proceso de recolección y selección de estas piedras:
«… Para hacer los mosaicos era necesario obtener piedras de todos los colores posibles. Para ello emprendí viajes por toda la República Mexicana, después de haber consultado el caso con un viejo ingeniero de minas, amigo de mi padre (su padre fue el ingeniero de origen irlandés Cecil O’Gorman de quien aprendió pintura), quien me indicó los lugares donde podría encontrarlas. Visité muchos minerales y canteras para recoger muestras de cada uno de ellos, haciendo una colección integrada por aproximadamente 150 piedras de diferentes colores para seleccionar los que tuvieran mayor coloración posible.
En el estado de Guerrero encontré los amarillos, los rojos y los negros; varios colores verdes también los encontré en los estados de Guerrero y Guanajuato. En Hidalgo encontré piedras volcánicas de color violeta y dos calcedonias de color rosa. Nunca logramos encontrar piedra de color azul, a pesar de que me habían indicado que podría encontrar este color en Zacatecas, en una mina o sitio llamado Pino Solo. Emprendí la expedición que requirió dos días, acompañado por guías y provisto de mulas, hasta dicho sitio lejano, atravesando el desierto de Zacatecas. Allí encontré efectivamente, una calcedonia azul.
Finalmente seleccioné diez colores con los cuales podían hacerse los mosaicos: un rojo Venecia, un amarillo Siena, dos rosas de diferente calidad, una casi color salmón y la otra con tendencia al color violeta, un color gris violáceo, el gris oscuro del Pedregal, obsidiana negra y calcedonia blanca; también fue posible emplear el mármol blanco, dos tonos de verde… Para el azul empleé el vidrio coloreado en trozos y después triturado como si se tratara de piedras, o bien, hecho en placas para usarlo como se utiliza en los mosaicos de vidrio…»
Esta pared está marcada formalmente por la distribución de figuras a partir de una faja o columna de motivos centrales, y de dos grandes discos a los lados; propone una visión del mundo europeo en conjunción con el indígena, y desarrolla el esquema del mundo colonial novohispano.
Presenta los fundamentos del pensamiento español en ese tiempo, marcados por la contradicción entre Dios y Demonio, entre la religiosidad y la mundanidad, como bases de la cultura.
Preside el conjunto un enorme escudo de la casa de Habsburgo, que gobernaba España en la época del descubrimiento y conquista de América, rodeado de figuras entre las que destacan las fechas de inicio y terminación del virreinato en México (1521-1820); del escudo emergen un brazo con una espada y otro con la cruz. Le sucede hacia abajo en la serie vertical de motivos, el par de Columnas de Hércules, parte del lema de la misma casa reinante (Non plus ultra); a los lados un templo griego, y más abajo un templo cristiano colonial, del que parecen salir las manos de Cristo redentor asociadas a una fortaleza y a un templo. Estos símbolos señalan la disposición de motivos en el mural: del lado derecho las armas y frutos de la guerra; del opuesto, los frutos de la cultura más o menos constructora.
En los vértices derecho e izquierdo se repiten los motivos de la luna y el sol, próximos a series de formas que recuerdan imágenes de los mundos prehispánico y colonial.
Las dos grandes circunferencias simétricas que resaltan en los dos campos laterales, hacen alusión a la concepción heliocéntrica de Copérnico y geocéntrica de Ptolomeo, presentando en sus centros las figuras de la tierra y el sol según dichas teorías, y rodeadas respectivamente por los signos del Zodíaco y los de las constelaciones. Debajo de estos discos se ven, en el mismo orden, el plano de la antigua Tenochtitlán, en la versión del mapa de Nuremberg de 1525, y la imagen del águila que cae, recuerdo de Cuahtémoc, el último gobernante mexica. En un lado de la porción izquierda se observa un escudo de León y Castilla, las dos casas reinantes de la España medieval, que se unen precisamente en los años del descubrimiento del Nuevo Mundo.
Hacia los lados y debajo de éstas hay muchas figuras que subrayan los dos aspectos de la conquista española, el civil y el religioso, destacando de uno y otro lado las figuras del conquistador Hernán Cortés y del primer arzobispo de México, Fray Juan de Zumárraga. Del lado izquierdo aparece también la escena de la quema de códices mayas, realizada por órdenes del obispo de Yucatán, Fray Diego de Landa. Enfrentado a este fragmento, en la parte baja del lado derecho se representa al soberano español otorgando a los indígenas las Leyes de Indias, teniendo como testigo un estandarte en el que aparece la imagen de la Virgen de Guadalupe.
No faltan, entre la multitud de formas, encarnaciones de ángeles y alguna del diablo, iglesitas, fortalezas, escudos, cañones, con las que O’Gorman hace alusión a la pintura popular, que le era tan querida.
Chequen este enlace de la Biblioteca Central donde podrán encontrar mucho más información de esta magna edificación que bien podría ser una de Las Siete Maravillas de la ciudad de México.
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