Cabalgando justamente hacia el corredor peatonal que lleva el mismo nombre del jinete, desde el 20 de noviembre del año pasado, este monumento ecuestre obra del artista Javier Marín, un extraordinario escultor, forma parte del paisaje de nuestra ciudad entre la explanada del Palacio de Bellas Artes y la Alameda Central.
Dicen los que saben de simbolismos que cuando las patas delanteras de los caballos se encuentran en el aire, significa que el jinete murió en el campo de batalla, y que cuando el caballo tiene una pata delantera en el aire, indica que el jinete murió a causa de las heridas recibidas en la guerra, pero no murió en el campo de batalla, sino que su muerte ocurrió en otro lugar y después del evento bélico; cuando el caballo mantiene las cuatro patas pegadas a la tierra nos dice que en este caso el jinete murió por otra causa totalmente ajena a un evento de guerra, como sería el caso de Francisco I. Madero.
En febrero de 1913, Madero nombró a Huerta nuevo jefe militar. El 19 de febrero, Madero y José María Pino Suárez, vicepresidente, fueron obligados a firmar la renuncia a sus cargos. Pedro Lascuráin se hizo cargo del poder ejecutivo 45 minutos y su único acto de gobierno fue nombrar a Huerta como secretario de Gobernación. Acto seguido renunció y Victoriano Huerta entró a la presidencia. El 22 de febrero de 1913 y pese a la promesa de los golpistas de respetar su vida y facilitar su exilio a la isla de Cuba, Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez fueron asesinados a un costado del Palacio de Lecumberri en la Ciudad de México.
En este lugar fue colocada una cápsula del tiempo para que sea abierta en noviembre de 2110.
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